Cuando era pequeña no podíamos decir “demonio” sin añadir “Ave
María Purísima, sin pecado concebida” porque se nos podía aparecer Lucifer y arrastrarnos al infierno.
Rezar me aburría, así que para abreviar decidí llamarlo “Antonio”…
…Pero solía ocurrir que en medio de un relato del diablo como protagonista alguien preguntaba:
-Oye, ¿y ese Antonio quién es? La respuesta implicaba jaculatoria y señal de la cruz. No había manera de librarse.
Recuerdos de otros tiempos, que me asaltaron al encuadrar a este hermoso ejemplar en El Retiro.